¡QUE LE CORTEN LA CAEBZA!

La Cruz del Sur


Giovanni suspiró.

-Campanella, nos hemos quedado solos de nuevo, Vamos a ir juntos hasta cualquier parte para siempre, ¿verdad que sí? ¿Sabes? Yo también, como el escorpión, podría dejar que mi cuerpo ardiera cien veces si fuese para la felicidad de todos.

-Yo siento lo mismo - añadió Campanella, con los ojos brillantes de lágrimas.

-Pero, ¿qué es la felicidad? - preguntó Giovanni.

-No tengo ni idea - respondió distraído.

-Campanella, vamos a ser fuertes, ¿verdad? - dijo, respirando profundamente con el corazón lleno de una nueva fuerza.

-¡Mira aquella nebulosa oscura! ¡Es un agujero en el cielo!- exclamó Campanella, apartándose un poco de la ventanilla mientras señalaba hacia fuera.

Al mirar, Giovanni se llevó un susto terrible. En un lugar cerca de la Vía Láctea, se veía un agujero negro. Aunque forzó la vista hasta que le dolieron los ojos, no pudo ver a qué profundidad se encontraba su fondo ni qué había en él.

- A mí no me daría ningún miedo entrar en esa enorme oscuridad - Continuó, sin embargo-: Si es a fin de buscar la verdadera felicidad para todos, vayamos juntos hasta cualquier lugar, hasta donde sea necesario.

-¡Sí, iremos juntos! ¡Oh, mira qué lugar tan hermoso!- exclamó Campanella, señalando a través de la ventanilla hacia una radiante llanura en la lejanía -. Todos están allí reunidos. ¡Aquello es realmente el Cielo!. ¡Oh, también está allí mi madre!.

Giovanni se volvió, pero solo pudo ver una niebla blanquecina, nada parecido a lo descrito por Campanella. Lleno de una tristeza indescriptible, siguió mirando distraídamente hacia allí. En la orilla opuesta del río, dos postes de telégrafo con los rojos travesaños alineados daban la impresión de ir juntos del brazo.

- Campanella, vamos a seguir siempre juntos, ¿verdad? - propuso Giovanni volviendo la cabeza, pero en el asiento ya no había nadie.

Campanella ya no estaba. Tan solo el terciopelo brillaba en un lugar vacío.